Para escribir mejor en el aula y en la vida

 

Si te invitan a un curso de redacción, en automático piensas en reglas ortográficas y gramática. Pero un curso para escribir bien incluye otros aspectos igual de relevantes. La doctora Flor Gómez comenta: “Estamos en la era de las emociones, y escribir pone en juego una de las esferas del individuo que es sentir, si no hay sentimiento no hay nada; si no hay pasión en la ciencia se vuelve una mera reproducción de palabras vacías”.

 

Flor Alejandra Gómez Contreras, doctora en Pedagogía Crítica, fue la encargada de impartir el Curso de Redacción a un grupo de 70 personas, del 17 al 21 de junio pasado. Que un curso de verano haya sido taquillero, llama la atención porque en esta época se suele imaginar a los alumnos en la playa, y no en un salón mejorando sus habilidades de expresión escrita.

 

“El estudiante, al posgrado, llega con una serie de rezagos y desventajas que se explican por el sistema educativo y también por variantes personales. Esta realidad también tiene que ver con que hay mucho rigor académico para la metodología, pero no hay reciprocidad en las horas escolares para la escritura”, precisa Flor Gómez sobre por qué ofrecer este curso, al que se inscribieron alumnos de licenciatura y posgrado.

 

¿Puede describirnos el contenido que ofreció en el curso?

 

“Comenzamos con un proceso de conocimiento emocional sobre qué significa para mí la escritura. Una actividad de sanación donde yo tengo que hacer a un lado todos los malos momentos que tuve en mi proceso de aprendizaje: una mala experiencia con un mal maestro o un asesor que me frustró. Después planteamos la escritura y el lenguaje no como un principio vehicular o mercantilista. El lenguaje no es un medio; es la práctica misma del conocimiento. El lenguaje no son cables de cobre ni fibra óptica, es la luz, es la electricidad, es el mismo mensaje. Ése el segundo componente.

 

“Y el tercero, que el error es una expresión positiva. Los textos que tienen más errores son a los que más les aplaudimos, porque cada error que tiene un alumno es una manifestación tanto de su responsabilidad personal, como para revertirlo de una deuda histórica que estamos teniendo”.

 

Este curso es diferente, evidentemente. Es más amplio que sólo corregir errores y aprender de gerundios y reglas ortográficas. “Aquí estamos cambiando la manera de nombrar las cosas”, afirma Flor Gómez y añade la importancia de alentar a los estudiantes de que sí pueden escribir, “únicamente necesitan considerar el proceso de corrección, como parte de la fase de creación del texto”, agrega.

 

Y esto lo relaciona con una técnica que usa en sus cursos: que el alumno haga una lista de cotejo. Que es como un componente de evaluación. “Antes de entregar un trabajo, el alumno tiene que hacer la lista de cotejo. Le dará seguridad y aprenderá”. Porque si el alumno no se autorregula siempre va a depender de alguien que sabe más que él, porque él ya se creyó que no sabe y entonces va y busca al más listillo del grupo y le dice, corrígeme. Uno tiene que generar por sí mismo sus propios protocolos de supervivencia en la escritura para que no dependa de otros. Esa sería otra de las apuestas en este curso”.

 

Además de la buena demanda del grupo, para la tallerista y el organizador del curso, el Doctorado en Gestión de la Educación Superior, fue importante la asistencia y la participación de los alumnos, que de 9 a 12 del mediodía, en Aula Amplia 3, aprendieron un poco más de redacción. Y de sí mismos.

 

Por Francisco Vázquez M.

Fotografía: Israel Palomeque